No he aguantado más de 20 minutos con el Oneiric Ocelot, y lo voy a desinstalar ya. Bueno, a sobreescribirlo con otro Linux que haga mi netbook agradable de usar.
¿Por qué? Pues por varias malas impresiones. Por ejemplo, abrir aplicaciones con Unity es desesperante. No sólo por lo que cuesta encontrarlas en ese mini-menú lateral que apenas muestra 5 opciones y que obliga a hacer muchos clics para cualquier cosa, sino también por lo que tardan en funcionar. Todo se abre mucho más despacio que con Gnome. Y es que al menos con la versión 11.04 se podía elegir arrancar con el "Gnome clásico", pero en esta... no lo he encontrado. Tampoco le he dedicado "demasiado" tiempo: buscarlo en el menú, probar en configuración, intentar abrir Synaptic desde el terminal, para instalar paquetes con un entorno "más detallado aunque sea menos vistoso"... pero ni siquiera Synaptic viene preinstalado... te dice que lo instales con apt-get... y el apt-get da error...
Se supone que lo pretenden hacer más accesible a usuarios novatos, pero no permiten el uso dual que incluso Windows permite: facilitan el acceso a usuarios noveles que vayan a usar apenas dos o tres aplicaciones, pero a cambio lo hacen casi inservible a los usuarios "clásicos" de Linux (ni siquiera digo usuarios "avanzados", simplemente "normales").
El caso es que aunque quizá "las tripas" sean buenas, el hecho de que venga con Unity y de que haga incómodo elegir otro entorno de escritorio, para mí es suficiente para no dedicarle más tiempo.
Me vuelvo a Linux Mint, que se movía muy bien y era "razonable" de usar. La versión basada en Ubuntu pero con escritorio LXDE seguirá teniendo una partición reservada, para cuando tenga que hacer algo rápido, porque vuela en un Atom. Y la partición de uso habitual, que iba a destinar a Ubuntu 11.10 ahora será para Linux Mint Debian 201109.
No es que me resista al cambio. Es que me resisto a ser improductivo.